miércoles, 1 de enero de 2014

ENRIQUE BUENAVENTURA, POLEMISTA INCLAUDICABLE, POETA, VISIONARIO. Por Graziella Pogolotti. La Habana, diciembre de 2013

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Presentación del libro (Por Jacqueline Vidal) y lectura de fragmento del Prólogo* (Por el Colectivo del TEC)
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ENRIQUE BUENAVENTURA. Historia de una bala de plata. 
Segunda edición 2013. Cali

PRÓLOGO
ENRIQUE BUENAVENTURA,
POLEMISTA INCLAUDICABLE, POETA, VISIONARIO
Graziella Pogolotti , 1931 ( 1 , 2 ), en la foto
La Habana, diciembre de 2013
Escuché por primera vez a Enrique Buenaventura en Caracas. Eran los ochenta del pasado siglo. Después de la inauguración del gigantesco Festival de las Naciones en el también inmenso poliedro de la capital venezolana, se producía la sesión inicial del coloquio que acompañaría el interminable desfile de espectáculos. En la sala se respiraba cierta atmósfera reverente ante el orador invitado. Llegaba de París, portador de alguna nombradía. Acostumbrado al turismo académico, derramaba su discurso atildado, paternalista y autoritario, sobre un auditorio formado mayoritariamente por teatristas latinoamericanos. De repente irrumpió la palabra de Enrique Buenaventura con un tableteo crítico articulado con rigor impecable. Se desencadenó el debate real. El incauto viajero se diluyó en la nada, agarró el primer avión y desapareció.

Comenzaron entonces jornadas memorables. Los insurgentes habían tomado la Bastilla. Ideología y teatro corrían por el mismo cauce en aguas plagadas de malentendidos y conceptos abstractos con resonancia dogmática que, paradójicamente, prescindía de contextos específicos, del decursar concreto de la historia y de la naturaleza propia de la creación artística. En Europa, después de los acontecimientos de mayo del 68, el establishment afianzaba su poder hegemónico. En América Latina, el panorama tenía una conformación bien diferente. A poco de la caída de Arbenz en Guatemala, triunfaba la Revolución Cubana. Era la victoria de lo inimaginable. En una islita del Caribe, un puñado de guerrilleros derrotaba un ejército profesional instruido y armado por los Estados Unidos. Proclamaba un proyecto socialista, antiimperialista, vuelto hacia la América Latina y el tercer mundo. En Naciones Unidas, Fidel Castro proclamaba el cese de la filosofía del despojo. Sin renunciar a discusiones bizantinas, la izquierda reverdecía en todas partes.

El imperio no se cruzó de brazos. Se forjaron proyectos de magnicidio. Algunos como el del presidente John F. Kennedy permanecen protegidos por una zona de silencio. Se produjo la invasión de Playa Girón a Cuba. Se diseñaron estrategias de mayor alcance. La Escuela de las Américas entrenó una élite militar para el derrocamiento de gobiernos democráticos, para el ejercicio de la tortura y para la desaparición física de una generación de artistas, profesionales, dirigentes políticos y sindicalistas comprometidos con las ideas de izquierda. Hacer teatro ponía en riesgo la vida de hombres y mujeres de la escena. En Caracas se concentraba gran parte de un exilio procedente, en gran medida, del cono sur.

Al socaire de la guerra fría, desde mediados del siglo XX, se estaba conformando un pensamiento económico. La llamada "escuela de Chicago" sentaba las bases de una plataforma programática destinada a proyectar el dominio planetario del "imperio americano". Aparentemente centradas en un enfoque técnico, en nombre de la eficiencia, respondía a las demandas del capitalismo transnacionalizado. Articulaba una ideología y acciones políticas que, muy pronto, permearon el mundo académico, los medios masivos de difusión, el vocabulario común. Aparejado al entrenamiento de los militares y a la siniestra Operación Cóndor, Chicago captó sistemáticamente una carnada de jóvenes economistas prometedores, encargados de aplicar estas ideas en sus países de origen. No lo sabíamos entonces, en medio de los debates y las celebraciones del Festival caraqueño. La violencia arrasadora implantada por las dictaduras del continente era tan solo la punta del iceberg sobre una masa sumergida en constante crecimiento.

La historia anda a pasos desiguales. En Caracas, a pesar de su extrema vulnerabilidad, el teatro latinoamericano descubría sus interconexiones secretas y juntaba los fragmentos dispersos de un proceso común. Empezaba a despojarse de los residuos de un colonialismo fundado en un trasplante de modelos. Las capitales de mayor prestigio habían recibido a compañías líricas o dramáticas. Los autores nacionales oscilaban entre el costumbrismo y la comedia ligera. Algunos procuraban introducir temas de mayor envergadura social permeados de un involuntario paternalismo. Por vías paralelas, la escena apuntaba hacia la renovación pasando por Stanislavski y Brecht. Para las mayorías marginadas, ante las interrogantes de la época, el teatro se convertía en auténtica necesidad de diálogo y autorreconocimiento. Era un llamado a la vida en los campos de exterminio de Pinochet, espacio de debate en el Escambray cubano y desbordaba la frontera de Estados Unidos para afirmarse entre los campesinos chicanos y entre los latinos de Nueva York.

A poco de su nacimiento, la Casa de las Américas se empeñó en romper la balcanización que aislaba a los grupos emergentes a lo largo del continente. Con el otorgamiento del Gallo de la Habana, con la publicación de los premios Casa, con el auspicio de festivales y encuentros de teatristas, estableció nuevos paradigmas. La revista Conjunto constituye en la actualidad un inigualable material de consulta para repasar el clima teatral de la época, inmune al espíritu farandulero dominante en la prensa y aún en las publicaciones especializadas. Manuel Galich, dramaturgo y luchador político, condenado al exilio desde el derrocamiento de Arbenz hasta su muerte, entrañablemente unido al legado de los vencidos pobladores de Nuestra América, animó la dura batalla en favor del teatro.

Sin embargo, la vanguardia creativa estaba en Colombia, encabezada por dos nombres imprescindibles. Santiago García en La Candelaria de Bogotá, y Enrique Buenaventura en el TEC de Cali. Ambos teatristas recibieron sucesivamente el premio Casa de las Américas. El primero con Guadalupe años 50 y el segundo con Historia de una bala de plata. Convergencia nada casual, uno y otro se planteaban, en toda su complejidad, el abordaje del pasado, del prisma del presente.

La cultura latinoamericana transcurre a través de sutiles y secretas interconexiones. Por diversas vías estéticas e ideológicas, se ha mantenido el pertinaz empeño por adentrarse en el reconocimiento de su realidad, de sus contextos, de sus contradicciones. Desde esa perspectiva, Ariel y Calibán integraban un mismo proceso. Mediaba el siglo XX cuando empezó a configurarse la necesidad de rescatar la historia traspasando el acontecer concreto encarnado en héroes y batallas, visión fragmentaria, para explorar los conflictos de mayor alcance. La base documental, referente obligado, se sumergió bajo un complejo entramado de memoria viviente, conjunción de mitos y articulados por una poética renovadora. Desapareció la fractura entre cosmopolitismo y provincianismo. Los artistas dejaron de someterse miméticamente a los dictados de las modas trasatlánticas. Tampoco fueron "aldeanos vanidosos". Se apoderaron de las herramientas necesarias para construir lo suyo. Haber vivido muchos años eludiendo el dulce ensueño de la nostalgia y el abismo de la desesperanza ofrece el privilegio de poder atesorar las miradas sucesivas acumuladas en el tiempo. La inmediatez de los hechos deja el rastro vivencial de la memoria emotiva y de la pasión participante. Pero la cercanía cercena la visión de conjunto y enmascara el diseño de un tejido mucho más extenso. La relectura desde la distancia temporal contribuye a revelar claves insospechadas de un proceso más ancho.

Diferentes en lo estético y en la concepción del arte teatral, Carpentier y Enrique Buenaventura coincidieron en la necesidad de enhebrar una nueva narrativa histórica latinoamericana. En Historia de una bala de plata se reconocen homenajes al escritor cubano. El nombre de Cristóbal alude a una larguísima tradición que recorre desde O'Neill hasta Aimé Césaire y, desde luego, a El reino de este mundo. Por si fuera poco, el subrayado irónico en la referencia al "siglo de las luces" comparte la visión carpentieriana en la renombrada novela de igual nombre, donde la manipulación política en torno a la abolición de la esclavitud constituye un eje temático fundamental. Uno y otro emplean el anacronismo intencional para mostrar procesos históricos de larga duración, aún vigentes en la actualidad. El ayer dejado ya no puede considerarse objeto museable para la investigación arqueológica. Sobrevive en el presente como memoria y como territorio de la ambigüedad y vía de acceso a la razón sustantiva que perduran en el día de hoy, más allá de la muerte de ambos autores.

José Martí pensaba, en el amanecer del imperialismo, que solo la verdadera independencia de las Antillas salvaguardaría el equilibrio del mundo. Solo un poeta visionario estaba capacitado para percibir la verdad oculta tras la aparente paradoja. Frágiles, en extremo vulnerables, acosadas siempre por los apetitos de todos los imperios, la geografía y la historia las hicieron trampolín necesario para el asalto al continente, zona limítrofe del combate que preludiaba el siglo XIX y lograría su máxima expansión en este confuso y complejo siglo XXI. Ante la desproporción de las fuerzas en conflicto -en esto coincidieron ¿también Carpentier y Buenaventura- el gran cimarronaje encarna el símbolo de la resistencia.
Obra de Enrique Buenaventura
Historia de una bala de plata transcurre en una isla del Caribe, representación simbólica de la historia y el imaginario que las define a todas, independientemente de las metrópolis que las ocuparon y sojuzgaron después del descubrimiento. Pueden conocerse con el Hombre de Guadalupe, Haití o Cuba. Sobre cada una posaron la economía de plantación, el gigantesco negocio de la trata negrera y la posición estratégica en el entorno geopolítico y en el comercio triangular trasatlántico. Departamentos de ultramar para Francia, parte del Common Wealth británico o dueñas de una independencia formal en lo político, el conjunto ha estado sujeto a distintas formas do apropiación por parte del imperio vecino y poderoso. En el rejuego entre minúsculos apetitos de poder agudizados al modo haitiano por rivalidades entre negros y mulatos, el enemigo verdadero siempre tuvo el mismo nombre: míster Smith.

Entre tantas cosas que me ha dado la vida, tuve el privilegio de participar en el jurado que concedió el Premio Casa de las Américas a Historia de una bala de plata. Treinta años después, no violo principios éticos al afirmar que la discusión fue muy ardua. Algunos colegas se resistían a aceptar un concepto dramatúrgico que les parecía carente de una clara definición del conflicto con un desenlace relativamente abierto. En efecto, el texto verbal no podía analizarse al margen de la revolución estética desarrollada por Enrique Buenaventura y el movimiento colombiano de la creación colectiva.

Publicar en un volumen Historia de una bala de plata y las notas para un montaje me parece en extremo pertinente para aquilatar la dimensión verdadera de la obra de Enrique Buenaventura. A pesar de mus valores intrínsecos, la letra constituye el resultado de un proceso de investigación escénica y punto de partida potencial de una praxis teatral orientada a una producción de sentido en la que intervienen, junto al lenguaje verbal, los múltiples códigos no verbales en un contrapunteo complementario y contradictorio concebido para estimular la función crítica del espectáculo en su más alto grado de tensión.

Enrique Buenaventura y Santiago García llegaron al teatro prescindiendo de una formación académica. Se iniciaron en la praxis artística en el ámbito de la visualidad a través del diseño escenográfico y la concepción de la importancia del espacio, con un sentido funcional, comunicativo e integrador, nunca decorativista. El proceso de creación maduraba en el estudio de fuentes de distinto carácter y ejercicios de improvisación mediante los cuales, por aproximaciones sucesivas, se iba elaborando el tejido teatral.

Semejante a lo sucedido en el resto de América Latina —así ocurrió también en Cuba- la renovación teatral anduvo a pasos rápidos. En todas partes, la generación que emergió a mediados del siglo XX sintió el apremio de romper con estructuras periclitadas. Descubrieron a Stanislavski primero y, algo más tarde, a Brecht. El ímpetu transformador incluía el rechazo al comercialismo, la búsqueda de nuevos referentes estéticos y la reconquista de un público marginado. Entre muchos tanteos diversos, se originaron discrepancias, confusiones y malentendidos. Los encuentros entre teatristas rara vez desembocaron en aprendizaje verdadero. En los casos más productivos, las conclusiones se limitaron a reafirmar coincidencias en el propósito general de profundizar en los conflictos mayores de nuestra América convulsa.

El dogmatismo no se adscribe a una corriente filosófica específica. Es una actitud ante la vida, un modo de pensar adherido a sagradas escrituras consideradas en abstracto, detenidas en el tiempo, colocadas en el ambiente protegido de un laboratorio ahistórico. La esencia del marxismo, sustentada en el ejercicio creador de la contradicción, en la complementariedad productiva del contrapunteo entre teoría y praxis debería haber incentivado la movilidad en el campo de las ideas. Al no entenderse de ese modo, muchos perdieron el sendero entre los árboles del bosque, tal y como lo advirtió tempranamente el Che en su clásico ensayo sobre El socialismo y el hombre en Cuba. Ante el miedo al error y para eludir el riesgo necesario, muchos optaron por afincarse en las falsas seguridades que ofrecían los métodos bien probados. Hubo stanislavskianos ortodoxos y seguidores del modelo de Brecht, mientras -paradoja de la época- en la segunda mitad del siglo, todos coincidían en el propósito de contrarrestar el comercialismo y en plantearse los dilemas derivados de las relaciones entre arte, cultura, ideología y sociedad.

En medio de tanta confusión, Enrique Buenaventura resultó un visionario. Cambió radicalmente las reglas del juego y los términos del debate. Lo hizo sabiendo escuchar al poeta que lo habitaba. En sus Notas sobre un montaje, fundamento de una estética sustentada en el ejercicio concreto de una praxis, afirmaba que la materia prima del artista es el barro con el que trabaja. Utilizó, en este caso, el ejemplo del escultor. Para un lector superficial, puede parecer una noción elemental, harto conocida. Revela, en cambio, mediante el empleo de un lenguaje metafórico, una transformación del punto de vista con repercusiones sustanciales a todas las expresiones de la creación. De un solo tajo, corta el nudo gordiano e invita a soltar amarras a fin de repensarlo todo desde el principio de las cosas.

Mi padre citaba con frecuencia una frase de Picasso: "yo no busco, yo encuentro", clave de la lucha del artista con el barro inerte. Experiencia viva de la escena, el teatro se va haciendo a lo largo de un proceso que nunca concluye en obra terminada. El barro, entonces, tiene que despertar con una investigación multidireccional. Intervienen en ella referentes documentales y un intenso trabajo de improvisación, activador de la memoria y de las asociaciones libres, materia prima contradictoria, fuente orgánica del Gestus brechtiano, abierto a las lecturas posibles latentes en un espectador participante. Las fuerzas en pugna activan la creatividad en cada una de las etapas del proceso, desde la improvisación y el ejercicio de la crítica grupal, en el cruce de miradas entre los actores y su trujaman (hilo conductor de los días que estremecieron al mundo en la versión de La Candelaria) hasta llegar n I renovador diálogo cotidiano con el espectador. Con ese proceder, el abordaje de los temas históricos descarta la reconstrucción arqueológica y la ilustración de un mensaje didáctico para revivir en el presente en términos de memoria actuante.

Excepcional adelantado de su tiempo, sus interlocutores naturales no fuimos capaces de percibir la magnitud visionaria del proyecto de Enrique Buenaventura, aletargados por las falsas seguridades de un inmediato porvenir promisorio que parecía alborear en el ímpetu descolonizador y tercermundista de la segunda mitad del siglo XX. El asalto al cielo no se produce en pocos días. Hay que aprender a descifrar la complejidad de un mundo mutante, aunque no siempre para bien y reconocer, en el campo roturado por el trabajo humano, el verdadero germen de la futuridad. Los derrumbes del último cuarto de siglo impactan la conciencia colectiva con un sabor de apocalipsis, de desconcierto y de escepticismo. Para recuperar la lucidez, hay que volver la mirada a Enrique Buenaventura.

En clave analógica con la idea de revolución social, el teatro de Enrique Buenaventura se proyecta hacia la auténtica emancipación humana. Atento a la realidad de América Latina, devuelve a la palabra ideología -tan desacreditada- su indispensable vocación de ejercicio del pensar. De esa manera, se liberó de sujeciones dogmáticas con las antenas en tensión para apropiarse de lo más útil en el campo de las ciencias humanas contemporáneas. Dio un vuelco a los esquemas tradicionales de teatro políticos, impregnados de subestimación del destinatario, atrapados en el autoritarismo de la escena sobre sus espectadores. Hurgó a fondo en las  limitaciones del legado aristotélico y superó la huella del didactismo brechtiano. El cielo no se conquista con un solo salto al paraíso. Del mismo modo, la anagnórisis no es súbita y deslumbrante revelación de una verdad definitiva y absoluta. El extrañamiento aguza la suspicacia de lo obvio, favorece el rechazo del acomodaticio acercamiento simplista a la complejidad del mundo y entrena a reconocer verdades en el recorrido por los intrincados vericuetos de la contradicción. En el espacio compartido por actores y público activado por el contrapunteo de los códigos escénicos, se estaba formando, frágil y vulnerable todavía, la célula primaria de la emancipación humana y de una cultura de la resistencia.

Alejada ya del mundo del teatro, transcurrido un cuarto de siglo desde aquellos encuentros en La Habana, en Bogotá, en Cali y en Nueva York, el pertinaz recuerdo de Enrique Buenaventura me asalta una y otra vez. Evoco su pedagogía de la provocación, sus empeños por sacudir la modorra mental, sus relatos de verracadas campesinas. Temo que sus últimos días no hayan sido muy felices, porque la Historia de una hala de plata persiste con su desenlace abierto. Mr. Smith ha hecho del neoliberalismo económico una práctica de dominación y una ideología que penetra por los ojos, por los oídos, por los poros, por el vocabulario, por el pensamiento de la academia difundido por sus vulgarizadores. Inspira sentimientos de derrota y escepticismo. La visión farandulera del espectáculo ha socavado el movimiento teatral latinoamericano que desafió las dictaduras del continente. Es hora de reivindicar, junto a Enrique Buenaventura a los colombianos que articularon un pensar y un hacer desde abajo sin arredrarse ante el riesgo y el sacrificio personal. Los necesitamos, nosotros, los muchos dispersos que creemos en el valor del arte y de la cultura y confiamos, como José Martí, en el mejoramiento humano.


La Habana, diciembre de 2013
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Enrique Buenaventura *. Por Jairo Usma **. 
Cuadro en la sala de eventos de la
FUNDACIÓN HUMANISMO Y MEDICINA de Cali. Tertulias médicas

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Enrique Buenaventura. Celebración. 10 años de su muerte. 2003 - 2013. TEC - CITEB, Diciembre 31, 2013 NTC ... Cubrimiento

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Enrique Buenaventura

 Celebración. 10 años de su muerte
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*** 31 de Diciembre, 2013, Cali, 10:oo AM

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--- Enrique Buenaventura, 1924 - 2003 - 2013. Diez años!  

En este Diciembre 31, 2013 se conmemoran 10 años de la muerte de Enrique Buenaventura.   El Teatro Experimental de Cali - TEC y el Centro de Investigación Teatral Enriquc Buenaventura – CITEB, Invitan: al acto de conmemoración que se realizará en el TEC con libros, poemas, tamales y música.Lugar: TEC, Calle 7 No. 8 -63 • Tel: 884 38 20 • Fax. 883 26 32 • e-mail, tec@emcali.net.co . Entada libre. Click derecho sobre la imagen para ampliarla en una nueva ventana. Luego click sobre la imagen para mayor ampliación. / Enrique Buenaventura en  NTC ...: AQUÍ y AQUÍ

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Más fotografías (170) en el NTC ... ÁLBUM. Ver el enlace al final
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Videos ( 7 )
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Presentación del libro (Por Jacqueline Vidal) y lectura de fragmento del Prólogo* (Por el Colectivo)

Texto completo del Prólogo 
ENRIQUE BUENAVENTURA, POLEMISTA INCLAUDICABLE, POETA, VISIONARIO
en: 
http://ntc-teatro.blogspot.com/2014/01/enrique-buenaventura-polemista.html
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RECITALES 
Poemas de Enrique Buenaventura por el COLECTIVO TEC-CITEB
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VIDEO 2: http://www.youtube.com/watch?v=JysKFo6cx4g
Video 3 http://www.youtube.com/watch?v=0ma12jKBaEQ 

con participantes jóvenes más jóvenes
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con participantes jóvenes más jóvenes
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"La voz con que yo canto"
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Video ( 5 y 6):
http://www.youtube.com/watch?v=g2ZAq3-rdyo
http://www.youtube.com/watch?v=KGNnCbLyTlQ
En la segunda versión, el público, por invitación del colectivo,  participa en el canto
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DOCUMENTAL producido por el CITEB
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VIDEO (7): http://www.youtube.com/watch?v=CqMtMmpZlVo
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VIDEO OFICIAL DE PRESENTACIÓN DEL CITEB
http://www.youtube.com/watch?v=H5TfKhzp5W0
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El poeta y ensayista Rodrigo Escobar Holguín lee su texto 
Los cuentos de Enrique Buenaventura.  Cali, Diciembre 5 de 2006
Ver la imagen No. 125 
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y las tres siguientes
Fotografía: Ana María Gómez
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FOTOGRAFÍAS (170)


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Enrique Buenaventura. Obra completa I Poemas y cantares. 2004
Universidad del Valle y de Antioquia
El libro completo en: 

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